VELOCIDAD DE ESCAPE
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BIEN COMÚN
Me preguntan (me pregunto), cómo es que una persona como yo, sin adscripción política clara, que mas bien podría ser considerado un liberal clásico (no un libeggal) con cierto poso social-cristiano (el adoctrinamiento es difícil de limpiar), con nula o ninguna implicación en movimientos de masas (odio a la masa, porque dos tontos juntos suelen hacer un tonto peor, y ni siquiera soy capaz de ir a un supermercado solamente por no encontrarme con demasiada gente) se planta en el aniversario del 15M y recorre el trayecto hasta sol, agobio mediante.
Cierto es que algunos de los tics del movimiento me espeluznan, y que del 80% de los slóganes coreados, la mitad me parecen absurdos y la otra mitad peligrosos a poco que hayas leído historia del siglo XX, pero no hay que ser muy listo para ver que nos encontramos en un periodo de descomposición institucional más o menos acusado, y muy sintomático que una de las diferencias de la manifestación del año pasado con la de este consistiese en una constante llamada a la acción ("ya hemos reflexionado, ahora actuemos"). De entre el batiburrillo de ideas, grupos, y grupúsculos más o menos implicados en el movimiento, hay muchos que con un poco de información sobre filosofía política e historia de los movimientos sociales deberían causar temor en cualquiera que tenga por cerebro más de una sola neurona haciéndose eco a sí misma en la cavidad craneal, pero (y ahora van mis razones) el 15M está suficientemente alejado de los partídos políticos oligárquicos que han corrompido nuestra democracia hasta la médula, y tan lleno de buenas intenciones, como para que me resulte cuanto menos "interesante". En este periodo convulso, tranquilo y pacífico del movimiento (no tengo la menor duda de que con el paso del tiempo se irá haciendo más convulso, menos tranquilo y menos pacífico) siempre podré decir a mis nietos que yo estuve allí y lo vi de primera mano. Considero esto que está pasando en nuestro país desde el año pasado como el inicio de algo importante. No sé todavía el "qué", pero sí sé el "cuándo". Y ese "cuándo" es "ahora".
Hay dos razones fundamentales para mí. La primera es la recuperación del espacio publico democrático para la sociedad, o como relata Vida-Beneyto en su excelente obra póstuma "la corrupción de la democracia", la imperiosa necesidad de reparar la brecha existente entre los que administran y los administrados, brecha por la que se cuelan gran parte de los grandes males que aquejan el menos malo de los sistemas políticos posibles. La recuperación del protagonismo de lo social, de la "res pública", en una agenda política marcada por los grandes números y la grandilocuencia economicista, es una cuestión nada baladí. Frente a las diatribas de unos y de otros, frente a la incompetencia, cuando no la abierta negligencia en la administración del manojo de resortes que hacen que un país vaya hacia algún sitio coherente, considero muy positivo y ejemplificador, no solo para nosotros como españoles, sino para el mundo entero, que un movimiento pacífico esté poniendo de nuevo sobre la mesa el casi olvidado concepto del bien común. El concepto de que una sociedad solo se puede considerar merecedora de ese nombre cuando atiende las necesidades de los desfavorecidos, cuando atiende a los enfermos, cuando educa a nuestros hijos, cuando nos permite una vida digna al acercamos a la muerte. Y lo que es más importante, que no deja que el derecho a esta atención, dependa de los bienes económicos que uno, por nacer en un barrio más al sur o en un barrio más al norte, tiene la suerte o la desgracia de disponer. Ese bien común, que nunca debería haber abandonado la agenda pública, es menester que sea recuperado, y considero que es mucho mejor que lo sea así, de manera pacífica, aunque un tanto caótica, que no de manera revolucionaria y violenta, en uno de los muchos modos en los que se ha instituido en diversas partes del mundo y en otros tiempos históricos, el estado social.
No se me escapa tampoco que una sociedad en la que la mitad de los menores de 25 años no tienen ocupación ninguna, está permitiendo en su seno un caldo de cultivo de lo peor y más peligroso que dieron las democracias occidentales a lo largo de la historia. El trabajo no solamente dignifica al hombre, sino que lo agota, drenando sus energías que de otro modo estarían bien dispuestas para otro tipo de "aventuras" que no tardaríamos en lamentar. El sorprendente y esperanzador hecho de que gran parte de dichos jóvenes desocupados hayan optado por un movimiento no-violento, cargado de conciencia social (otro cantar son las propuestas, carentes de sentido en algunos casos), que pensando en uno mismo como individuo termina concluyendo que somos tales en cuanto que miembros de una colectividad y que por tanto pensar egoístamente en cada uno de nosotros como individuos obliga necesariamente a mejorar la vida del otro como medio para mejorar la vida de todos.
La segunda razón, y no por ello menos importante, si me lo permiten ustedes, es de índole personal, y consiste en que de manera oficiosa, y en una tradición no escrita, nuestro pequeño grupo, inconscientemente y de manera deliberada termina siempre la noche de manifestación en el James Joyce (uno de los mejores Irlandeses de la capital) ante un suculento plato de Bangers&Mash regado con abundante Guinness.
Slàinte!
Estupidiario y otras cosas | jomaweb | 5 Comentarios | Enlace
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Comentarios
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¡que coincidencia! Rosa María Artal menciona el tema del bien común en uno de sus recientes escritos.
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solo eso le puedo decir |
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Hi, Please keep writing the content and posting for sure.
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