VELOCIDAD DE ESCAPE
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EL FUTURO DEL LIBRO
Cuando era pequeño, y me planteaban la cuestión de cómo quería que fuese mi vida de mayor, siempre me imaginaba a mí mismo leyendo. Solamente leyendo, sin hacer nada más. Y era curioso que sin apenas haber terminado la Educación General Básica, yo ya soñaba con una jubilación dorada y gozosa, con una enorme biblioteca y mucho tiempo para leer. En ocasiones incluso fantaseaba con poseer una librería, dedicarme a la venta de libros, como si esa profesión fuese comparable con el hecho de comprarlos y leerlos. Como si los dos lados de la transacción fuesen equiparables.Luego viene la vida, pasa el tiempo, la novela deja de interesarte, la poesía te comienza a parecer verborrea inútil, cuando no directamente basura, pasas por otros géneros, y terminas recalando en el ensayo o la divulgación científica. Imagino que los gustos evolucionan. Pero aquella fruición con la que antes devoraba todo lo que caia en mis manos, desapareció y apenas unos cuantas obras logran arrancarte alguna que otra emoción. Además, el trabajo tampoco te deja tanto tiempo, al menos para leer lo que te gusta, porque leyendo te pasas la jornada entera y llegas a casa suficientemente cansado de juntar letras como para no abrir un libro en meses. Sin embargo, no logro recordar los momentos de felicidad en mi vida, que no estuvieran suficientemente próximos a un libro.
Es curioso, pero recuerdo exactamente las emociones que provocó en mí la lectura de "La Insoportable Levedad del Ser", de Kundera, la "carta a mi padre" de Kafka, , "El Príncipe" de Maquiavelo, o "Las Fundaciones" de Asimov, por cuya Psicohistoria creo que estudié una vez Psicología; como si fuera ayer puedo rememorarlo, y sin embargo desde aquel entonces, hace muchos años ya, no logro recordar que ninguna otra obra me haya emocionado de tal modo en los tiempos recientes. Cambian los gustos, cambian las emociones. Hasta la capacidad de emocionarse cambia.
Sin embargo, a todo el mundo, cuando me preguntan, siempre digo que el mejor regalo que pueden hacerme es un libro. Recientemente recibí un maravilloso regalo por parte de unas amigas también maravillosas. La edición de todos los relatos de Robert Louis Stevenson, en la nueva traducción de Miguel Temprano García con ilustraciones de Alexander Jansson. Si, el señor que escribió La Isla del Tesoro y el Extraño Caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde. Esta edición pulcramente realizada por Mondadori.
Y hojeando el libro, admirando las excelentes ilustraciones de Jansson, con un tono entre onírico y gótico, me doy cuenta que esto, esta experiencia sensorial es imposble de tener en el libro electrónico tal y como está el mercado de los e-readers (iRaiders dicen los listos) en la actualidad.
No dudo que en un futuro más o menos lejano, la tecnología avance de tal modo que la calidad y velocidad de las pantallas y el software diseñado para ellas alcancen una usabilidad y una experiencia de usuario tan satisfactoria, que sea considerado fetichismo el preferir la edición de papel, sino ya ecológicamente delictivo.
Pero en estas fechas estoy analizando con extremo interés el mercado de los lectores de libros electrónicos, evidentemente con el fin de adquirir uno, y sólo puedo decepcionarme.
Es cierto que estamos en los momentos iniciales de una tecnología que actualmente está en pañales, es cara, y poco eficiente; pero no puedo dejar de pensar que de momento, no existe ni uno solo de los lectores que se aproxime a lo que entiendo que es una experiencia de lectura satisfactoria.
Sé que no es habitual para los que leen solamente novelas, pero gran parte de mi biblioteca consta de libros ilustrados, ya sea comics, ya sea como el anteriormente mencionado de R.L Stevenson, con bellas ilustraciones. ¿Alguien osaría leer La Historia de la Belleza, de Umberto Eco en un e-reader con 4 niveles de gris?, por poner un ejemplo de entre los libros que ahora mismo tengo a la vista.
Mi biblioteca ya no da más de sí. No hay más sitio, son muchos años comprando y leyendo, en una vivienda que evidentemente no aumenta de tamaño, y un e-reader vendría a solucionar el problema más acuciante con el que me encuentro, pero ciertamente no me seduce leer en una pantalla de 6 pulgadas por mucho que se pueda cambiar el tamaño de letra. No me seduce cambiar el tamaño de letra, porque en ocasiones hay obras cuya maquetación, cuya intercalación de párrafos e imágenes, suponen un arte por sí mismos. Del mismo modo, gran parte de lo que leo suelen ser PDF con documentación técnica, Oracle, bases de datos, y demás ralea, documentos todos ellos que soportan muy mal el cambio del tamaño de letra, cuando no la manifiesta imposibilidad de leerlos en una pantalla de 6''. Así que cómo mínimo, mi lector deberá tener 10 ó 12 pulgadas. Nada de eso hay en el mercado español a un precio razonable (no, los 600 Euros que cuesta el iLiad no se corresponden con la calidad del producto).
Fetichista como pocos, el libro en mi caso queda inmaculado tras la lectura. Ni me atrevo a profanar sus blancuras con anotaciones al margen o algo tan común y a mis ojos tan horrible, como el subrayado. Escribir sobre un libro, a mi modo de ver, lo deja inservible para que otro lector se pose sobre él de manera casi virgen, y viva sus propias emociones, no de manera vicaria incitado por las del lector anterior, que con tan penosa inclinación dejó impregnadas las hojas de su excrecencia mental. Odio los libros anotados, subrayados, dibujados, destrozados en suma. ¿lo he dicho ya? La sola idea de escribir sobre un libro nuevo me angustia.
Esta pequeña tara personal, imagino que derivada de la educación donde es obligado cuidar lo que se posee porque es escaso y se comparte de mano en mano, quedaría en buena medida mitigado por un ereader que permita tomar notas. Al fin y al cabo, por lo que he visto, las notas se almacenan en archivo aparte. Se permite de este modo insertar notas, marcadores, subrayar y en algunos casos incluso dibujar a mano alzada. La lastima es que de momento esas tecnologías, cuando están implementadas, degradan la calidad de la lectura, pues interponen entre el texto y el ojo una pelicula transparente sensible al tacto, pero que añade brillos y empeora la lectura de la tinta electrónica. El software que he visto tampoco es que sea una maravilla a la hora de recoger las notas manuscritas y en algunos casos implementan burradas como guardar las notas en formato BMP. En el estado actual me parece más lógica la elección de Amazon, al dotar de un teclado completo a su Kindle.
Actualmente unos 15 mil libros están disponibles en mi disco duro, entre manuales técnicos de diverso pelaje, ensayos, artículos, revistas electrónicas, novelas, etcétera. La mayor parte libres de derechos, obras clásicas, o en su caso, obras imposibles de encontrar de ninguna otra manera, como por ejemplo el libro de Hobsbawn y Ranger, "La invención de la Tradición". Excelente estudio sobre cómo cada sociedad, cada cultura, genera sus propias mitologías falsas para la creación de una identidad común, germen en muchos casos del nacionalismo. Que tras años de intentar conseguirlo por los medios tradicionales, buscando en librerias de viejo, e incluso en muy diversas páginas de venta en internet, (no logré siquiera encontrarlo en iberlibro, la mejor web para libros de segunda mano e inencontrables), desistí, para toparme con él de casualidad un día en un blog que ya no recuerdo, en descarga directa.
Me preocupa que no exista un mercado articulado en lengua castellana para esos libros que no es posible encontrar de ninguna otra manera, bien porque su tirada fué escasa, bien porque son demasiado antiguos como para encontrar edición en papel, bien porque son tan minoritarios que no existe forma de acceder a ellos o por cualesquiera otras razones. Echo en falta una web que centralice todo lo que se publica en castellano, al menos con dos pinceladas de información (la web del ISBN tiene la usabilidad de un martillazo en un dedo) y que permita la compra del libro desde la propia web, o que al menos enlace la web del editor.
Una vez más, Amazon se lleva las ovaciones en este caso, con el importante defecto de ser mayoritariamente en inglés lo que allí se publica. La opción pasa por leer en el idioma de Shakespeare, mucho más apetecible si tenemos en cuenta las traducciones con las que uno se da de bruces de vez en cuando, pero creo que el primero que lance un Amazon español tiene el éxito asegurado, e ignoro qué dificultades están debiendo de encontrar aquellos emprendedores patrios que me imagino que lo han intentado o están en estos momentos intentándolo. Como siempre, vendrá alguien de fuera a vendernos nuestros propios productos. Si no hay mas remedio tragaremos.
El precio, evidentemente tiene que ser proporcionado al coste de producción. No me pueden cobrar 24-35 Euros por una obra en papel, y 20 por la misma obra en formato electrónico. Está más que justificado el ahorro que supone esta forma de distribución de contenidos, y todo lo que sea superar los 10 euros tendrá dificil explicación ante el consumidor. Y se encuentran en este momento en el que dejar las cosas como están supone perder ante la piratería una oportunidad de negocio como nunca han tenido las editoriales de este país. Más tarde no habrá marcha atrás. Lo repito. No tengo e-reader y ya se cuentan por miles los libros a los que puedo acceder de manera gratuita. En el momento que tenga e-reader, si no existe una plataforma que me permita acceder a los contenidos que busco, los encontraré por otros medios. Y les juro que prefiero mil veces pagar al autor que apropiarme de algo que presupongo ha costado un esfuerzo considerable.
Lo que me lleva a una última reflexión: Deseo poder acceder a aquellos contenidos que por el tiempo que ha pasado, por la ausencia de derechohabientes, por lo minoritario de su demanda (el long tail, ¿recuerdan?), o por estar descatalogados, no están accesibles de otra forma.
La semana pasada conocí y tuve una larga conversación sobre el tema con un ciudadano británico, que se dedica a publicar literatura rusa desconocida en castellano. Algo, por su propia idiosincrasia, de minoritario mercado en España. Pueden creerme cuando les digo que su problema no es la distribución ilegal de los contenidos que publica. ¡Qué más quisiera él ser ampliamente pirateado!. Su problema es que no encuentra una plataforma fiable y ampliamente conocida para vender sus obras y las enormes trabas y dificultades que todos los estamentos implicados en la edición, le ponen en su camino para evitar el paso al formato electrónico de manera definitiva. Incluso estaba de acuerdo en un sistema parecido al de Spotify, del pago de una cuota por el libre acceso a su catálogo, breve, pero muy suculento y con un nicho de mercado claramente orientado hacia clientes entendidos en la materia o degustadores de dicho tipo de literatura. Asume un porcentaje de piratería inevitable, pero entiende que la difusión de su catálogo sería infinitamente mayor, lo que unido al abaratamiento de costes, redundaría en un mayor beneficio. Me alegró encontrar un editor cuya queja no era sobre los clientes, supuestos futuros ladrones de su esfuerzo, sino sobre la propia industria editorial, anclada en siglos pasados, en sistemas caducos de distribución y en parte, sobre una normativa gubernamental que limita al 10% el descuento que puede ofrecer por los libros vendidos independientemente de su método de venta o soporte (físico o electrónico).
¡Por dios santo! Si hasta el dia de antesdeayer los libros electrónicos soportaban un IVA superior a su equivalente en papel. ¿Dónde vamos con un ministerio de cultura tan miope que casi exige su inmediata supresión tratando de optar por el mal menor?
Estupidiario y otras cosas | jomaweb | 3 Comentarios | Enlace
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Comentarios
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Complicado conseguir un lector con lo que pides. El único que se acerca es el iLead, pero además de caro, parecen Ferrari, que si no les caes bien no te lo venden.
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No sabia que fueran tan exquisitos los de iLead, pensaba que simplemente era ir a la web, pagar, y esperar a recibirlo.
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