VELOCIDAD DE ESCAPE
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2008-05-07
Sin embargo, en el caso de que hoy hablo, las implicaciones son diferentes. El libro supone, al menos para una parte de la población entre la que me incluyo (¿incluía?), un objeto-fetiche considerado verdadero vehículo vivo y antiguo de transmisión de la Cultura con mayúsculas. Pese a los intentos de los intermediarios, la industria editorial, de reducirlo a producto de consumo de temporada, el esfuerzo que supone leer, en comparación con el esfuerzo necesario para escuchar música, ha evitado,por la propia selectividad y el criterio de los usuarios, que deciden en qué invierten su esfuerzo y su tiempo (no se puede leer mientras conduces, como sí se puede escuchar música mientras se realiza cualquier otra actividad), que el libro se convierta en producto kleenex. Ha conservado, por razones diversas y sin duda sujetas a discusión, ese aura de autenticidad preservada solamente por el hecho de que si sabemos elegir, discriminar, formarnos un criterio, formarnos en suma, la belleza y la verdad están accesibles en forma de libro. A veces unidas en una misma obra.
La aparición de diversos dispositivos de tinta electrónica, aún con sus muchas limitaciones, pero ya a precios, que sin dejar de ser excesivos, son accesibles para una gran parte de la población, supone el primer paso de un largo pero inexorable camino, al final del cual solamente está la desaparición del papel como medio de transmisión del libro, y a resultas de ello, la desaparición de los intermediarios. Esta vez su lucha será más encarnizada, pues no en vano gozan de las simpatias de gran parte de la poblacion y no menos, de los legisladores.
El libro como tal, no desaparecerá del mismo modo que no desaparecerá la música. Músicos y músicas existían mucho antes de la aparición del fonógrafo, y libros y literatura seguirán existiendo mientras el hombre articule su pensamiento por medio de la palabra, escrita o hablada. Sin embargo no dejo de notar que, del mismo modo que hace tiempo que no me compro un CD a menos que su contenido sea especialmente querido para mí, por ser creación de creadores que valoro muy mucho por razones o gustos personales, y el resto de la morralla sonora queda para una descarga rápida, una audición no menos rápida, y un igualmente rápido envío a la papelera de reciclaje del que pocas veces se salva algo, hace tiempo digo, que no me compro libros salvo que la importancia personal que les atribuyo sea muy alta.
El primer síntoma lo noté desde que hoy, por aquello de organizar un poco mi Pen Drive de 16 GB, descubrí que tengo nada menos que 8 GB repletos con manuales de toda laya. Un análsis un poco más pormenorizado con DirectoryLister arroja, con los filtros pertinentes para sortear Gifs, Jpgs, HTMLs y otros tipos de archivos poco encuadrables en la categoría de "libro", un monto total de más de 1.600 archivos, fundamentalmente PDFs, con temas de todo tipo, desde organización personal, pasando por programación en diversos lenguajes, literatura de muy diversos géneros, temas de ingeniería, gestión de proyectos, etcétera. También influido por el hecho de que la parte del león se la llevan los libros relacionados, siquiera tangencialmente, con la informática y las tecnologías de la información, dado que es evidente que la vida media de un libro de este género, es muy corta y que quedan obsoletos en menos de un año en algunos casos, el desembolso correspondiente, se hace mucho más difícil. Sin embargo, o quizás por esto mismo, no me importará pagar por mis libros en formato electrónico un pequeño porcentaje de lo que pago por ellos en papel.
¿Cómo se puede sostener, por poner un ejemplo, una empresa dedicada a la publicación de textos especializados en ingeniería, habida cuenta de que pasados escasos dias de su publicación (a veces incluso antes de su publicación), un libro está disponible en las redes p2p con muy alta calidad? Esta pregunta, que sustituyendo "libro" por "CD musical", tiene en ambos casos la misma sintaxis, ha sido formulada antes, de manera privada y pública, pero en ambos casos tiene la misma respuesta: No puede sobrevivir. Los intermediarios, tarde o temprano desaparecerán.
El libro, está en los estadios incipientes del proceso, sin que haya hecho falta la aparición de un Napster para detonar el disparo de salida. Está siendo una revolución silenciosa, que tiene toda la pinta de ser sumamente acelerada de aquí a poco tiempo. Razones varias, entre otras, las ecológicas, hay para ello. Salvar los bosques será siempre un argumento definitivo en cualquier discusión. De momento el único hecho que ralentiza el proceso, es que no existe un estándar "de facto", al modo en que lo es el mp3, para los libros electrónicos. El que haya leído PDFs en un dispositivo de tinta electrónica, raro es que no eche pestes.
Yo, de momento, leo mis PDFs en el portátil, que salvo, por la propia incomodidad de un aparato que no está específicamente diseñado para dicha función ni para ninguna en particular pero para todas en general, me parece aceptable habida cuenta que no existe todavía un lector en color con tamaño grande y de precio asequible. En el momento en que estos dos factores confluyan (tipo de archivo estándar y dispositivo), será la gran implosión.
Y entonces, sin darnos apenas cuenta, se habrá cumplido con creces uno de los mitos de la Ciencia-Ficción: millones de libros en un bolsillo.
EL SIGUIENTE COLAPSO
Queda muy poco tiempo para que veamos de primera mano, y con conocimiento previo, por haberlo vivido antes, cómo colapsa un Sistema de distribucion de contenidos en manos de los avances tecnológicos. Inmersos en medio del cambio del sistema de distribución de los "minutos musicales" a merced del mp3 y las redes p2p, con las empresas distribuidoras (los intermediarios, vampiros siempre y en cualquier negocio) boqueando y pegando mandobles a diestro y siniestro mientras luchan por sobrevivir. Empujando iniciativas legislativas contra sus propios clientes y causando afrentas constantes al sentido común, sabedores de que más pronto que tarde, su tiempo ha pasado. Antipáticos para todo el mundo, tanto para los artistas como para sus clientes (o seguidores), responsables de haber caricaturizado hasta la lástima un producto que en sus inicios se pudo considerar arte (o cultura) pero que por mor de su industrialización y su conversión en artículo de consumo de usar y tirar, kleenex auditivo, bazofia chiki-chiki diaria, de la que el chiki-chiki eurovisivo supone su enaltecimiento paródico definitivo. Nada puede parar la evolución.Sin embargo, en el caso de que hoy hablo, las implicaciones son diferentes. El libro supone, al menos para una parte de la población entre la que me incluyo (¿incluía?), un objeto-fetiche considerado verdadero vehículo vivo y antiguo de transmisión de la Cultura con mayúsculas. Pese a los intentos de los intermediarios, la industria editorial, de reducirlo a producto de consumo de temporada, el esfuerzo que supone leer, en comparación con el esfuerzo necesario para escuchar música, ha evitado,por la propia selectividad y el criterio de los usuarios, que deciden en qué invierten su esfuerzo y su tiempo (no se puede leer mientras conduces, como sí se puede escuchar música mientras se realiza cualquier otra actividad), que el libro se convierta en producto kleenex. Ha conservado, por razones diversas y sin duda sujetas a discusión, ese aura de autenticidad preservada solamente por el hecho de que si sabemos elegir, discriminar, formarnos un criterio, formarnos en suma, la belleza y la verdad están accesibles en forma de libro. A veces unidas en una misma obra.
La aparición de diversos dispositivos de tinta electrónica, aún con sus muchas limitaciones, pero ya a precios, que sin dejar de ser excesivos, son accesibles para una gran parte de la población, supone el primer paso de un largo pero inexorable camino, al final del cual solamente está la desaparición del papel como medio de transmisión del libro, y a resultas de ello, la desaparición de los intermediarios. Esta vez su lucha será más encarnizada, pues no en vano gozan de las simpatias de gran parte de la poblacion y no menos, de los legisladores.
El libro como tal, no desaparecerá del mismo modo que no desaparecerá la música. Músicos y músicas existían mucho antes de la aparición del fonógrafo, y libros y literatura seguirán existiendo mientras el hombre articule su pensamiento por medio de la palabra, escrita o hablada. Sin embargo no dejo de notar que, del mismo modo que hace tiempo que no me compro un CD a menos que su contenido sea especialmente querido para mí, por ser creación de creadores que valoro muy mucho por razones o gustos personales, y el resto de la morralla sonora queda para una descarga rápida, una audición no menos rápida, y un igualmente rápido envío a la papelera de reciclaje del que pocas veces se salva algo, hace tiempo digo, que no me compro libros salvo que la importancia personal que les atribuyo sea muy alta.
El primer síntoma lo noté desde que hoy, por aquello de organizar un poco mi Pen Drive de 16 GB, descubrí que tengo nada menos que 8 GB repletos con manuales de toda laya. Un análsis un poco más pormenorizado con DirectoryLister arroja, con los filtros pertinentes para sortear Gifs, Jpgs, HTMLs y otros tipos de archivos poco encuadrables en la categoría de "libro", un monto total de más de 1.600 archivos, fundamentalmente PDFs, con temas de todo tipo, desde organización personal, pasando por programación en diversos lenguajes, literatura de muy diversos géneros, temas de ingeniería, gestión de proyectos, etcétera. También influido por el hecho de que la parte del león se la llevan los libros relacionados, siquiera tangencialmente, con la informática y las tecnologías de la información, dado que es evidente que la vida media de un libro de este género, es muy corta y que quedan obsoletos en menos de un año en algunos casos, el desembolso correspondiente, se hace mucho más difícil. Sin embargo, o quizás por esto mismo, no me importará pagar por mis libros en formato electrónico un pequeño porcentaje de lo que pago por ellos en papel.
¿Cómo se puede sostener, por poner un ejemplo, una empresa dedicada a la publicación de textos especializados en ingeniería, habida cuenta de que pasados escasos dias de su publicación (a veces incluso antes de su publicación), un libro está disponible en las redes p2p con muy alta calidad? Esta pregunta, que sustituyendo "libro" por "CD musical", tiene en ambos casos la misma sintaxis, ha sido formulada antes, de manera privada y pública, pero en ambos casos tiene la misma respuesta: No puede sobrevivir. Los intermediarios, tarde o temprano desaparecerán.
El libro, está en los estadios incipientes del proceso, sin que haya hecho falta la aparición de un Napster para detonar el disparo de salida. Está siendo una revolución silenciosa, que tiene toda la pinta de ser sumamente acelerada de aquí a poco tiempo. Razones varias, entre otras, las ecológicas, hay para ello. Salvar los bosques será siempre un argumento definitivo en cualquier discusión. De momento el único hecho que ralentiza el proceso, es que no existe un estándar "de facto", al modo en que lo es el mp3, para los libros electrónicos. El que haya leído PDFs en un dispositivo de tinta electrónica, raro es que no eche pestes.
Yo, de momento, leo mis PDFs en el portátil, que salvo, por la propia incomodidad de un aparato que no está específicamente diseñado para dicha función ni para ninguna en particular pero para todas en general, me parece aceptable habida cuenta que no existe todavía un lector en color con tamaño grande y de precio asequible. En el momento en que estos dos factores confluyan (tipo de archivo estándar y dispositivo), será la gran implosión.
Y entonces, sin darnos apenas cuenta, se habrá cumplido con creces uno de los mitos de la Ciencia-Ficción: millones de libros en un bolsillo.
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Comentarios
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Divagas un poco, pero aciertas de lleno. De acuerdo totalmente con esta tu teoria ya casi hecha realidad. Ansiada realidad... |
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Un ejemplo de por donde van los tiros en la musica:
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