VELOCIDAD DE ESCAPE

2005-01-05

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NOCHE DE REYES FEBRIL

Tiene mucha razón una amiga mía cuando afirma que solo cuando estamos enfermos somos capaces de ver la verdad, y que esa verdad es mucho más dura de lo que parece. Creo que algún amigo psicólogo me dijo en su día que las personas depresivas eran simplemente realistas. Los demás, los pretendidamente "sanos", tenemos una distorsión que nos hace ver la vida de color de rosa cuando realmente es un negro pozo séptico.
La novelería, el romanticismo, las ideologías, desaparecen como un mal sueño cuando te ves obligado a guardar reposo. Aunque sea por algo tan leve como la gripe que me ha golpeado como un martillazo desde ayer noche.

Todo aquello que en estado normal te perturba y te hace cavilar, pasa a ser una nimiedad fatua que no sirve más que para llenar los ciclos de reloj del pensamiento. Como si el cerebro necesitara siempre pensar en algo, independientemente de que la cosa pensada sea, de por sí, absurda y estéril.

No me cabe ninguna duda que el actual estado de postración en que me encuentro ha venido provocado por el paquete y medio de tabaco que fumé recientemente. Máxime cuando llevaba más de un año sin un mísero constipado. Y me he dado cuenta que si de algún modo el sistema inmunitario es más o menos eficiente en función del grado de stress o emoción presente en un organismo dado, estos diciembre y comienzos de año son causa más que suficiente para que escriba ahora mismo bajo los efectos de una gran dosis de paracetamol. Todos hemos pasado en algún momento por esa sensación de caos y descontrol que aparece sin darte cuenta por la puerta falsa de una vida rutinaria y adocenada.

Y no sé si el paracetamol o la propia fiebre me provoca una inapetencia por todo, que de lo único que no me libera es del deseo de escribir. Y he comenzado (por enésima vez) un diario. Siempre comienzo los diarios cuando estoy enfermo, pero como normalmente toman forma de cartas admonitorias al otro yo, al yo que emerge cuando está sano, estúpido, banal, blando, sin carácter, al final este yo débil hace pedazos las advertencias, los sabios consejos de su parte lúcida.
Y mi camino está lleno de diarios comenzados y muertos al nacer, a las pocas páginas, en cuanto la dolencia que le dió su ser desaparece.

Quizás si dejaran de insultarse el uno al otro podrían establecer una larga convivencia.

Estupidiario y otras cosas | jomaweb | 8 Comentarios | Enlace